Mas eres Mendigo que
depredador
de confusos cariños
obedientes.
Ansiosa de tus
palabras ardientes,
imprudente va la
gamba al pescador.
De su piel sedosa salteador
con esmero por no
enseñar los dientes,
rebuscas las palabras
convenientes,
donde saciar tu sed
de cazador.
Y ahora mírate en
esta taberna,
llorando penas por
las que no han sido…
y aun deseando a la cantinera.
Recoge los mocos de
tu quejido,
ahorra sofocos a la entrepierna
que de tanto ardor
baldío,
la pobre se volvió
bizcuerna.
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